LAS METÁFORAS MILITARES EN TIEMPOS DE LA PANDEMIA

LAS METÁFORAS MILITARES EN TIEMPOS DE LA PANDEMIA

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“Las metáforas no son meros ejercicios intrascendentes e inocentes por los que se nombran las cosas (Lakoff y Johnson, 1987)”

Entender la relación entre la pandemia y el discurso que el poder emplea para referirse a ella, supone guardar una postura crítica para poder descifrar su construcción interna y externa. Conviene recordar que la comunicación y declaración, tanto de personal sanitario como de los mismos políticos, desde el comienzo de la pandemia, ha ido variando, pero siempre adoptando metáforas propias de la guerra o lo que algunos llaman `metáforas militares´, cuyo origen se remonta a finales del siglo XIX, con la aparición de la epidemiologia. La emisión de declaraciones, comunicaciones y discursos tiene como función buscar el consenso y apoyo de los ciudadanos al poder, así que, en tiempos de conflictos y guerras, el Estado llama a la unión de todos, fomenta el sentimiento nacional patriota, dejando de lado cualquier tipo de diferencias. Si, en el caso de la crisis actual, el discurso oficial y científico aparece repleto de metáforas militares, hemos de considerarlo como un tipo de discurso bélico. En tiempos de guerra, conceptos tales como democracia, libertad y prudencia, pierden su valor y el poder se da el pleno derecho de actuar como le parezca oportuno, usando la crisis como excusa. Además, la guerra es una condición perfecta para un cambio efectivo (social, político, económico…).

Todos recordamos que, hace menos de un año, los medios de comunicación mundiales, e incluso gobiernos, consideraban a China como un país no democrático. Con el estado de crisis provocado por el coronavirus y, en menos de un mes, el país asiático se convirtió en todo un abanderado de la lucha contra la pandemia. Para lograrlo, el poder puso a todos sus ciudadanos en cuarentena, se cerraron las fronteras, se aisló a los ciudadanos, se impusieron multas, se fomentó la vigilancia y se optó por el castigo: es decir, la sociedad se convirtió en una sociedad disciplinaria.

El autor Michael Foucault, en Vigilar y Castigar (1975), diagnosticó la gestión de la peste por parte del poder, que aplicó medidas parecidas a las de ahora, entre ellas, la técnica de la cuarentena. Una técnica como hemos podido comprobar y experimentar que separa de manera tajante el espacio privado/publico, exterior/interior, y donde el único responsable para mantener la seguridad es la policía, guardiacivil, militares…o sea, las fuerzas del orden. Dicho de otro modo: la idea de que todos estamos sometidos a un control continuo y a una observación cotidiana cobra sentido y se impone con esta. La idea que el filósofo francés expone es la sociedad disciplinaria, pero llevada al extremo, así que, lo único que ha cambiado es que, si en el estado de guerra se necesitan cárceles e infraestructuras para el castigo y seguimiento de los “criminales”, ahora esas infraestructuras se han sustituido por confinamientos, aislamientos, separaciones sociales… Es algo que va más allá de una simple gestión de crisis sanitaria, y este modelo de sociedad disciplinaria parece que se está implantando de manera definitiva, hecho que debe preocupar a todos y cada uno de nosotros, porque viola todo tipo de derechos y libertades. Todo ello forja lo que Foucault llama biopoder, cuya idea principal es la biologización de la política.

Ahora bien, todo el discurso político se ve hoy en día repleto de conceptos científicos y de expertos, es decir, se ha apoderado de la ciencia para usarla con fines políticos. Las medidas que toma el “poder” provienen del “saber” de los científicos y epidemiólogos. De ahí que la idea poder/saber entra de lleno en la construcción de todo un conglomerado discursivo, donde las metáforas tienen la función de conceptualizar y normalizar estas prácticas, y cómo no, hacer que la población adopte la misma idea del poder.

En relación con las metáforas del virus, la ensayista Susan Sontag examinó en La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas la función de las metáforas relacionadas con las enfermedades y su repercusión en los receptores. Señala que estas metáforas tienen una repercusión subjetiva, al mismo tiempo política; fomentan incertidumbres y la sospecha de estar infectado como también una permanente preocupación por el riesgo de contagio. La autora intenta explicar el uso excesivo por parte del poder de este tipo de metáforas, señalando que es una práctica requerida en una sociedad capitalista, donde otra manera de persuasión no provocaría la movilización suficiente, idea con la cual también discrepamos, ya que el abuso de estas metáforas tampoco garantiza soluciones eficaces, además las consecuencias que dejan sobre nuestra salud y psicología son altamente graves, y suelen ser manipulativas.

Las metáforas del miedo, de la catástrofe, de las enfermedades y del virus han alcanzado su máxima expresión con la actual pandemia, llegando a trastocar la vida social, política, económica, y de alguna manera, han desembocado en un cambio estructural y profundo. Al tiempo que nuestras percepciones y representaciones mentales de la “nueva normalidad” se encuentran en construcción, pero no sin confusiones e incertidumbres. Así pues, metáforas de tipo “estamos en guerra”, “el enemigo penetró hace ya tiempo en la ciudad”, “la victoria será total”, «ganaremos la batalla», «todos somos soldados», «tormenta perfecta” … proliferan y extienden su alcance y efectividad de manera rápida a la misma velocidad de transmisión del mismo virus. Bien es verdad que las metáforas militares utilizadas para definir la actual situación de crisis sanitaria están dirigidas contra un virus, pero también están dirigidas contra las personas portadoras de este virus, de manera explícita y directa.

En este sentido, Susan Sontag señala que las metáforas militares contribuyen a estigmatizar ciertas enfermedades y, por ende, a quienes están enfermos. La militarización del lenguaje y el uso de conceptos bélicos hace que la población tenga presente siempre la idea de riesgo constante, de la necesidad de un tutor que la proteja, es decir, la metáfora de la nación como familia y el gobierno como padre, sale a flote, que según el lingüista George Lakoff forma parte de nuestro repertorio conceptual estándar.

Activar y difundir a mansalva estas metáforas enriquece y favorece la idea del gobierno como progenitor y la de los ciudadanos como hijos. No obstante, el padre que representa el gobierno en la actualidad es abstracto, y más bien autoritario. Dada esta característica, no es de extrañar que el “progenitor autoritario” imponga su visión y sus normas y, por consiguiente, monopolice el discurso. De esta manera, las metáforas militares no solo recrean la realidad que nos rodea, sino que las conceptualizan, normalizando prácticas que deberían ser temporales y absolutamente cuestionables (como son los confinamientos, toques de queda, estados de alarma…)

En medio de todo esto, la verdad ya no se rige por parámetros de moral y ética, sino que se basa en las estadísticas elaboradas según criterios determinados, donde la especulación y el interés ideológico forman parte de su lógica de ser, y cuando eso ocurre, la primera víctima es la misma verdad. Así pues, las metáforas militares cumplen la función de forjar una nueva “verdad” y adaptarla a la necesidad del locutor. Y en épocas de epidemias, la eficacia suele ser inmediata, por lo que la pandemia representa un momento privilegiado para el poder, que no duda en demostrar su fuerza y capacidad de coerción, intentando someter a todo el mundo a su visión única. Esta conceptualización, basada en la guerra y en la hostilidad, permite construir y legitimar pseudoproblemas que se conciben como amenazas y que se presentan como responsables de toda suerte de temores. Es una conceptualización metafórica que tiene serias implicaciones ideológicas.

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