HATIKVA JUDIA:  UN HIMNO ARDIENTE PARA UN «PUEBLO ELEGIDO»

HATIKVA JUDIA: UN HIMNO ARDIENTE PARA UN «PUEBLO ELEGIDO»

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“…otros (fuegos) arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”

Eduardo Galeano

Una de las cosas que representan a un país y simbolizan su espíritu son su bandera y su himno. Sus letras suelen albergar profundos sentimientos de identidad, reavivar recuerdos y mover masas.

En el caso del himno judío ocurre algo inusual, ya que se trata de un poema, escrito mucho antes de la proclamación del estados sionista judío por el poeta austro-húngaro Neptalí Herz Imber de familia hasídica (1856-1909), con el título Tikvatenu, (Nuestra esperanza). Dicho poeta fue un feroz sionista mucho antes de que el sionismo se transformase en un movimiento oficial.

La Hatikva, o Nuestra esperanza, se dio a conocer ampliamente en la clausura del primer Congreso Sionista (Basilea, 1897). A partir de ahí se tomó como una costumbre cantarlo en los posteriores congresos del movimiento sionista, hasta convertirse en su canto oficial allá en 1933 en la ciudad de Praga. Ya en 1948, la Hatikva fue proclamado himno nacional de Israel, coincidiendo con la creación del Estado.

Las letras de Hatikva tienen un profundo significado para todos los judíos donde el recuerdo, las tragedias y las experiencias vividas por los judíos hacen acto de presencia. No obstante, sus connotaciones albergan no solo sentimientos y valores, sino que fijan temas esenciales por los cuales se lucha, es decir, que entre sus líneas se puede atisbar los objetivos a los que se aspira.

Una lectura detenida de los versos del himno judío nos facilitará, sin duda, la comprensión del mensaje que se nos comunica, con enunciados de tipo: “Mientras exista un corazón ardiente”. He aquí un verso que combina la metáfora del fuego con el corazón órgano motor del ser humano. El empleo del subjuntivo en este enunciado no cumple la función de probabilidad sin que se presenta como una reafirmación.

“…y donde palpite pura el alma hebrea…” insiste en la idea del pueblo elegido, la relación de la pureza con el alma intenta elevar a grado sagrado el ser judío.  Además, el concepto de alma guarda relación con la espiritualidad y la religiosidad. “Que el alma hebrea palpite”, viene a intensificar más ese deseo que va en aumento.

Ahora bien, con el enunciado “…y hayan ojos que miren al oriente…”, el objetivo está marcado: la presencia de ojos humaniza más su mensaje y le da más potencialidad. Mirar a oriente, ayuda a localizar geográficamente este deseo ardiente de la pura alma hebrea para establecerse en Palestina, hecho que se reafirma en el siguiente verso: “…y en Sion se concentre una idea…”. Cita el monte de Sion, que aparece en la biblia como epicentro espiritual y madre de todos los pueblos, como bien se recoge en Salomé, 87,2. El corazón, el alma, y los ojos representan al pueblo judío, que el autor humaniza de tal manera que el receptor tiene una reacción favorable a su mensaje. Este ejercicio de camuflaje aparece de nuevo en el siguiente enunciado: “Nuestra Esperanza no estará perdida”, ya que, el autor podría haber empleado en lugar de esperanza, el término guerra, batalla, conquista… porque la esperanza es un estado de ánimo y de fe, es decir, es algo que dependerá en gran medida de nosotros mismos y de nuestro grado de optimismo. Una realidad corroborada a través de las batallas, guerras, genocidios que se han cometido en nombre de este himno. Fíjense que el emisor se afana en asegurar que es una esperanza eterna, como si se tratase de un hecho de irremediable sucesión, lo que afianza que el concepto esperanza viene como disfraz a otros conceptos guerra o conquista, como hemos señalado. Esta vez, le añade otro ingrediente de peso: relaciona la “esperanza” con un concepto puramente religioso, lo cual explica el carácter sagrado de su deseo y de sus objetivos. Es decir, reúne en su enunciado cualidades de lo sagrado y lo más santo, como bien reza este enunciado: “Nuestra Esperanza eterna y sacrosanta”. Si la esperanza y el deseo se relacionan con lo sagrado y con lo divino, entonces estamos hablando de una misión que hay que llevar a cabo; dicha misión se expresa por medio del siguiente verso: “…de volver a la Tierra Prometida…”. Volver supone que ha habido un viaje de ida, independientemente de sus motivos; volver supone recuperar algo que se ha perdido, volver legitima cualquier acción que se pretende hacer, porque antes de volver a la tierra prometida, el sujeto en cuestión ya estaba. Fíjense que el argumento es tan religioso que hace que todos los elementos que lo rodean sean justificados, al menos, ante un receptor de inocente interpretación.

La nostalgia, el recuerdo, la memoria, la historia, y la religión… al hacer acto de presencia, en este poema, cumplen la función de reactivadores de un modelo concreto: nosotros estuvimos aquí en esta tierra antes, es más, somos el pueblo elegido por la divinidad, por lo tanto, no es solo una esperanza o un deseo, sino es un deber que hay que cumplir a rajatabla.

Es un texto que se nutre de una visión dogmática y de autoproclamación como pueblo elegido: este hecho les permite darse la libertad de invadir otro país. Darle ese carácter religioso, destacando de manera inusual la idea que recoge la biblia, les sirve como pretexto para justificar los genocidios que llevan cometiendo desde hace décadas.

Por último, es un texto que da una impresión inquietante que se consigue mediante signos que sugieren el desencadenamiento de un feroz deseo de ocupar y reconquistar lo que supuestamente era nuestro.

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